domingo, 17 de agosto de 2014

Una aventura más

"Has vuelto a nacer", me dijeron hará cuatro años (o más), cuando fui al médico después de haber bajado rodando las escaleras super empinadas de mi casa al tropezar con la guitarra. En aquel momento no lo entendí, no supe ver cuánta razón tenía aquél médico. No me paré a imaginar lo que podría haber pasado si no hubiera tenido tanta suerte.
Ayer volví a nacer, de nuevo. Me caí con la bici, y el impresionante golpe que me di no fue nada comparado con lo que hubiera podido pasar si en lugar de una pequeña placita para aparcar hubiera habido un piso, una tienda, cualquier tipo de edificio allí.
Y al pensarlo me di cuenta. Entendí lo que quería decir aquél médico. Tenemos una oportunidad, una sola vida. Y a veces ocurren cosas de este tipo, pequeñas llamadas de atención que nos hacen ver que debemos aprovechar al máximo esa oportunidad para vivirla como queramos, corriendo los riesgos que nos vengan en gana. Porque cualquier día, en el momento menos esperado y por la tonterías más grande del mundo, se puede acabar todo de repente.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Desde el pasillo

Cuando un avión va a aterrizar después de un vuelo complicado, la gente se comporta de dos formas:
Hay quienes cierran los ojos, se recuestan en sus asientos, respiran hondo, agarran fuertemente los reposabrazos y desean en silencio que el mal trago pase rápido y sin más sobresaltos.
Por el contrario, otras pegan la nariz a la ventana, intentando no perderse ni un segundo de esa aventura, escudriñan el paisaje girando la cabeza de un lado a otro, no son capaces de dejar el culo pegado al asiento, echando un pulso al cinturón de seguridad, y disfrutan y se maravillan ante el espectáculo que supone un aterrizaje.
Supongo que, de algún modo, nuestra forma de actuar ante un aterrizaje después de un vuelo complicado se parece mucho a la forma que tenemos de vivir la vida.