martes, 14 de octubre de 2014

Tu sentencia

Tienes a una persona. No es tu pareja ni mucho menos. Es tu amiga, que en muchos casos llega a ser una relación mucho más estrecha que la que mantienes con tu pareja. El caso, que tienes a una persona. ¿Por qué hablamos de "tener a alguien"? ¿Acaso pensamos que nos pertenece, por un derecho divino o algo parecido? Pero en fin, que tienes a una persona y sabes que, el día que la veas irse de tu vida, vas a sufrir como no has sufrido nadie. Porque la necesitas, porque te apoya en todo y no das un paso sin su visto bueno. Porque esa persona hace que el día de mierda que son los martes tenga algo de interesante e incluso te apetezca entrar en esa insoportable clase de literatura que tienes que aguantar cinco horas a la semana. Pero un día, te das cuenta de que pronto se irá. De que su mente poco a poco está eligiendo para ella un camino muy lejos del que tú vas a tomar. Y empiezas a plantearte qué vas a hacer sin ella a partir de ahora. Cómo afrontar las largas horas sentadas en esas tediosas sillas verdes, frente a un profesional en un campo que realmente te importa bien poco. Te das cuenta de que tienes que hacerte a la idea de que tendrás que enfrentarte a eso tú sola, sin ese apoyo tan suyo. Y piensas. Y agradeces los días y los meses. Pero también te lamentas. Te lamentas por los días y los meses que no tendréis. Y decides que, si este cambio es para mejor en su vida, no eres quién para intentar detenerle. Y te callas y le apoyas a hacer lo que le pida el cuerpo. Y así firmas tu puta sentencia.

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